El pasado 14 de Marzo este cronista tuvo la posibilidad de presenciar el show que, hoy en día, se erige como el más imponente de la escena del rock mundial: The Wall Live.
Con un River colmado (esta fue la quinta de las 9 presentaciones sold out) desde la llegada al recinto ya podía observarse el muro a medio armar, que consistía de una longitud capaz de cubrir la distancia entre una platea baja y la otra y una altura de 15 metros; sonido cuadrafónico, con seis torres de sonido ubicadas en las plateas altas y la popular habilitada al público, dos más en la mitad del campo y los complementarios ubicados en el magnífico escenario, completando una puesta única.
Con un River colmado (esta fue la quinta de las 9 presentaciones sold out) desde la llegada al recinto ya podía observarse el muro a medio armar, que consistía de una longitud capaz de cubrir la distancia entre una platea baja y la otra y una altura de 15 metros; sonido cuadrafónico, con seis torres de sonido ubicadas en las plateas altas y la popular habilitada al público, dos más en la mitad del campo y los complementarios ubicados en el magnífico escenario, completando una puesta única.
Desde el comienzo del álbum de 1979 con In the flesh se pudo observar a un Roger Waters todopoderoso defendiendo con soltura y comodidad la obra que refleja sus vivencias, secundado por una banda a la altura de las circunstancias. Los sonidos ambientales que acompañan a la melodía, el despliegue de fuegos artificiales y el avión estrellándose contra el muro en el cierre hicieron el resto, para trasladar a la audiencia a un tiempo y espacio muy diferente a la noche de Nuñez.
Así fue desandándose ese concepto de opera rock por primera vez en la Argentina, con puntos álgidos, candentes, melancólicos y golpes bajos, todos en un correcto orden y a disposición de la recepción ofrecida por cada uno de los presentes. El primero de los momentos más celebrados fue la consecución de Another brick in the wall part 1, The happiest days of our lifes, Part 2 (el más vivado de la noche) y la siempre conmovedora Mother.
Todos los instantes eran golpes a la mandíbula, incitando al público a ni siquiera intentar convertirse en protagonista de la velada, la cuestión pasaba por otro lado. Young lust y Goodbye cruel world para cerrar el lado 1, los siguientes momentos más disfrutados por este fiel servidor.
Un lapso de 15 minutos para intentar entender lo que sucedía frente a nosotros para pasar al exacerbar nuestros sentidos al máximo: ya todos se encontraban detrás del muro y consecuentemente, comenzando por Hey you, se inauguraba la segunda parte. Parrafo aparte para Comfortably numb, una de las canciones más bellas jamás creadas.
Luego, un vaivén de sensaciones, ya acercándonos al final, mientras se proyectaban algunas imágenes de la película de Alan Parker (The Wall - 1982), pasando por Bring the boys back home, el cual tomó un cáliz especial por una banda inglesa intempretando dicho tema, cambiando su significancia (al menos para quién escribe) a días de cumplirse el 30? aniversario de Malvinas, para luego exorcizar los demonios y seguir al líder con Run like hell. Todo se concatenaba con excelencia, entre imagen, sonido y situación, hasta derribar finalmente la pared y redimirse con Outside the wall.
Una experiencia única, que marca un antes y un después a la hora de presenciar un espectáculo de cualquier manifestación artística, ya que lo que consigue The Wall Live es conmover y completar todos los espacios, sin dar respiro.
La despedida estuvo, nuevamente, en la voz del arquitecto supremo de 68 años, presentando a cada uno de sus laderos, para cerrar una presentación sencillamente magnifica, ante el estadio vivando de pie. Algo inusitado por estas tierras por la puesta de escena y la fiebre despertada, la imprimen a The Wall una vigencia aún mayor de la buena salud que gozaba hasta estos días. Una invitación a revisitar las grandes obras que nos trajeron hasta estos días.
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