viernes, 18 de noviembre de 2011

Pearl Jam en La Plata: Idilio eterno

Foto 1: El Civico
Foto 2: Beto Landoni
Foto 3: Telam

La llegada al Estadio Único por vez primera presagiaba de por si, muchas emociones por vivir: ver a la banda grunge por excelencia y con una vigencia de más de dos décadas sobre sus espaldas, el disfrute a cuentas de una noche inolvidable (si, existía en el aire una gran predisposición a formar parte de otro evento para el recuerdo), el viaje. 
Trip que estaba ensayado desde el vamos, saliendo de Retiro, en micro, el mismo que ofrecía la empresa expendedora de tickets. Micro al cual no llegamos a tiempo y por suerte, una persona de bien, un amigo, aunque recién nos conociéramos, hizo el milagro y transformó el recorrido de a muchos en una invitación para apenas cuatro personas. Todo el caos de la llegada fue evitado por nuestro conductor, por lo cual, arribamos al recinto apenas pasadas las 18.30 hs.

Quedaban 90 minutos para que saliera a escena la primer y única banda telonera de la noche: los californianos de EX, con una vocalista al frente con mucha presencia y una banda con reminiscencias punk pero aggiornados a la costa oeste de Estados Unidos, fueron los que abrieron el fuego. El público respetuoso aplaudió al final de cada tema y la primera piña al mentón fue la salida de Vedder para cantar a duo el tema de cierre de set de la buena agrupación de Los Angeles.

Una espera prolongada, tal vez por la ansiedad, tal vez por los más de 30 minutos que tardaron en salir de bastidores tras el show de apertura y el momento esperado: la banda de Seattle, que celebra los 20 años de un disco fundamental (Ten) con esta gira mundial que los trajo de regreso a la Argentina, empezó un set arrollador con Release, del álbum recién citado. El éxtasis ya había llegado, por más que quedaban grandes momentos por vivir, por ese idilio que se instaló allá por 2006 en Ferro y sobrevive, más presente que nunca.

El campo se volvía insoportable, por la energía de la gente al intentar acercarse lo más posible a estos héroes “alcanzables”, mientras desde el escenario se destilaban acordes por doquier con Go, Corduroy (con alusiones a Interstellar Overdrive de Pink Floyd), Hail Hail y Given to Fly, para empezar a bajar las ansias y volver realidad el show más esperado del año por estos lados.

Vedder arrancó el contacto con su gente con un parlamento en español, pero recurrió a su idioma madre para pedir que los espectadores del campo retrocedieran 3 pasos, para descomprimir a los que resistían contra las vallas (y, sin dudas, más de uno tuvo reminiscencias de la tragedia de Roskilde).
Ahí arremetieron con el primer corte de Backspacer, The Fixer, para bajar la pulsión con la hermosa Amongst the Waves, seguida de Inmortallity. Para más, un clásico como Even Flow que nunca está de más y la cosa, cuando parecía respirar, se ponía más caliente.
Qué decir cuando llegaron Lukin, Do the evolution, Life Wasted, Jeremy y Porch para bandear la primera parte de la noche, tras lo cual se generó un intervalo de pocos minutos, cuando ya transitábamos la mitad de la historia.

Luego, Eddie con la acústica colgada salió a vivir con Just breathe y se fueron concatenando Garden, el cover de Wayne Cochran Last Kiss, Supersonic y uno de los momentos más emocionantes, cuando la voz recordó su primera visita a Buenos Aires, 15 años atrás con Joey, Johnny y Dee Dee para despacharse con I believe in miracles. Quedaría otro cierre perfecto de set con State of love and truth y una delirante Blood (medley con Atomic Dog).
Ya estaba todo pero faltaba más, y uno notaba, desde abajo, distintas vivencias: lágrimas, sonrisas y sudor repartidos por igual, así como cuarentones, adolescentes y niños. Si algo es  palpable es la realidad de este grupo de amigos que devino en una banda enorme, con presencia, actitud y discurso constante, confiable, a la que muchos le agradecen la esperanza en el medio del dolor.

Los últimos 7 serían golpes de knockout: Smile, una preciosa versión de Mother (otro de  Floyd), Black, Better Man (medley I wanna be your boyfriend) y Why Go como una previa en la cual todo aquel que se encontraba dentro del estadio se rindió ante la música y cuando  el estadio se iluminó por completo, llegaron Alive (por lejos, la más coreada de la noche), el homenaje a Neil Young con Rockin in a free world y Yellow Ledbetter, ya con Vedder degustando un tinto sobre el escenario y una banda conmovida por tal entrega de amor (días después Jeff Ament publicaría en Facebook que somos el mejor público del mundo y que no había podido dormir al terminar el show, como hacía mucho tiempo no le sucedía).

Poco importó todo lo escrito anteriormente, solo la confirmación de que el idilio será eterno con estos muchachos de Washington y ese saber, al salir del estadio luego de una tremenda noche de rock, de que el mundo puede ser un lugar mejor.

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